Recoge tu cosecha
Honra a Dios al sembrar y cosechar porque Él es quien te provee de la semilla y además te dará recompensa cuando recojas el fruto de tu esfuerzo.
Joel 3:10 Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy.
Cosechar es un asunto de transformación. Los instrumentos y temperamentos deben cambiar y prepararse para recoger el fruto. El débil se hace fuerte y el azadón se hace espada. Todo lo que podemos recibir de Dios requiere un cambio de nuestra parte. Si sembraste Palabra en tu familia y peleaste por su conversión, prepárate porque vendrá el tiempo de ver los resultados.
La siembra y la cosecha es una ley poderosa que desperdiciamos o mal interpretamos. Le damos una connotación negativa porque la utilizamos para reprender faltas pero no para festejar logros. Cuando un hijo se equivoca le decimos: “estás cosechando lo que sembraste”, pero eso también se aplica en los momentos de triunfo. Refuerza positivamente y recuérdale a tus seres queridos que lo bueno también es fruto de la siembra oportuna.
Renueva tu mente porque pensar en una siembra desinteresada es una mentira que te impide cosechar. Debemos reconocer que todo lo hacemos esperando retribución. Amas para ser amado, pagas los estudios de tus hijos esperando que aprovechen la oportunidad y obtengan buenos resultados. En casa saben que quien lleva malas notas necesitará de la protección divina y de todos los ángeles para librarse de la ira de este padre exigente. Incluso inconscientemente somos generosos esperando recompensa, porque la Palabra dice que “el que al pobre da a Dios le presta” y sabemos que Él no se queda con nada. Entonces compartimos de lo que tenemos con la esperanza de que el Señor reconozca en nosotros personas generosas capaces de recibir Sus promesas. Podrás recoger la cosecha cuando saques de tu mente la falsa humildad y seas transformado.
Para cosechar hay que sembrar
Proverbios 10:4-5 recuerda: La mano negligente empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece. El que recoge en el verano es hombre entendido; El que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza.
De tu compromiso y entusiasmo depende si quieres ser rico o pobre. No puedes pedir que Dios te prospere si no eres buen trabajador. Ten cuidado de pretender comprar el favor divino, estás cometiendo un error si ofrendas y diezmas pidiendo que soporten tu negligencia. Solamente cosecha quien se esfuerza sembrando bien y cuida la semilla para que de buen fruto. Además, recuerda que si ya sembraste debes cosechar porque de esa forma enalteces a tu Padre.
Somos frutos de la cosecha de Cristo
1ra. Corintios 15: 20-23 confirma: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
Nuestro Señor Jesucristo es la primicia de la cosecha de nuestra resurrección. Él inició el proceso y nos involucró como frutos de Su sacrificio. No importa cuándo sea el rapto, lo importante es que estés preparado para ese momento y puedas presentar ante el Señor los frutos de tu trabajo como buen cosechador para Su reino.
1ra. de Corintios 15:35-38 cuenta: Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano. Pero Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
Él es el grano de trigo que cayó al suelo y con su resurrección dio el fruto de tu salvación. Es imposible negar el principio de siembra y cosecha cuando nosotros mismos somos un resultado de aplicarlo. Nacimos a la vida eterna por una siembra.
La cosecha gloriosa
1ra. de Corintios 15:42-45 continúa: Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
La corrupción, deshonra y debilidad de la siembra se transforman en poder y gloria durante la cosecha. Todo el cansancio que implica sembrar y cuidar de la semilla se ve recompensado cuando tenemos el fruto ante nuestros ojos. El pueblo de Israel festejaba la cosecha porque era la culminación de un proceso largo y tedioso. Así nosotros debemos aprovechar nuestros talentos, sembrar y celebrar lo que obtengamos de ellos para beneficio nuestro y gloria del Padre.
1ra. de Corintios 15:40-41 confirma: Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.
Hay diferente glorias según la cosecha que obtengamos y no debemos desperdiciarlo por prejuicios que ni siquiera están sustentados en la Palabra del Señor. El que no cosecha no recibe gloria y avergüenza al proveedor de la semilla.
Cosecha honesta y justa
Gálatas 6: 6-7 dice: El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Tratar de burlarse de Dios está asociado directamente a la ley de la siembra y la cosecha. No te engañes o intentes burlarte de Dios diciendo que te importa poco el fruto. Aléjate de dos grandes burlas: intentar cosechar sin sembrar o desperdiciar el tiempo de la cosecha por negligencia o indiferencia.
Lo que siembres recibirás. Pablo dijo que sembraba en lo espiritual para cosechar en lo material. Era próspero y no lo negó, incluso podemos leerlo en su carta a los filipenses cuando dice que tiene abundancia gracias a lo que recibió. Muchos me critican por lo que tengo pero no se fijan en lo que doy. La calidad de la siembra define la calidad de la cosecha. Los buenos frutos son bendiciones ante los ojos del Señor.
En 2da. de Corintios 9:8-10 leemos: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia.
Dios es justo y le da a cada quien según merece. No todos ganan lo mismo en una oficina como tampoco todos los alumnos obtienen las mismas calificaciones en la escuela. Cada quien recibe lo que por justicia ha sembrado y cosechado. Dios le dio a todo el pueblo de Israel lo mismo pero aún así había gente pobre porque no todos aprovecharon la ley de siembra y cosecha. El oro de los egipcios, el maná del cielo, el agua de la peña, la tierra prometida fueron repartidos con justicia pero el que se negó a esforzarse recibió justo pago por su negligencia. Evita ser malagradecido, imita a quienes toman la semilla y trabajan por la cosecha.
Juan 4: 35-37 nos habla: ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
Ninguno de los discípulos era agricultor, todos eran pescadores pero Jesús los envió a cosechar. La Palabra siempre da fruto. Lo vemos en la Biblia desde el Génesis. En este pasaje sucede lo mismo, la naturaleza se doblega ante Su poder y los milagros tienen lugar porque se obtuvo la cosecha en el tiempo del Señor.
La gran promesa es que recibirás salario además del fruto de tu siembra. Es parecida a la recompensa que un padre le da a un hijo cuando finalmente se gradúa de la universidad. Si el hijo aprovechó la semilla, estudió y obtuvo su título, entonces el padre podrá darle el dinero para que inicie su vida profesional. Dios te da la semilla para que siembres, te da la oportunidad de cosechar el fruto y además desea pagarte por hacerlo. Esa es una oferta que no puedes rechazar. No lo avergüences negándote a recoger la cosecha. Hónralo con tu esfuerzo y deja que te transforme en un cosechador que se sujeta a Su palabra y sabe multiplicar las bendiciones que recibe.
ABRAZOS A TODOS,PAZ. Cosechar es un asunto de transformación. Los instrumentos y temperamentos deben cambiar y prepararse para recoger el fruto. El débil se hace fuerte y el azadón se hace espada. Todo lo que podemos recibir de Dios requiere un cambio de nuestra parte. Si sembraste Palabra en tu familia y peleaste por su conversión, prepárate porque vendrá el tiempo de ver los resultados.
La siembra y la cosecha es una ley poderosa que desperdiciamos o mal interpretamos. Le damos una connotación negativa porque la utilizamos para reprender faltas pero no para festejar logros. Cuando un hijo se equivoca le decimos: “estás cosechando lo que sembraste”, pero eso también se aplica en los momentos de triunfo. Refuerza positivamente y recuérdale a tus seres queridos que lo bueno también es fruto de la siembra oportuna.
Renueva tu mente porque pensar en una siembra desinteresada es una mentira que te impide cosechar. Debemos reconocer que todo lo hacemos esperando retribución. Amas para ser amado, pagas los estudios de tus hijos esperando que aprovechen la oportunidad y obtengan buenos resultados. En casa saben que quien lleva malas notas necesitará de la protección divina y de todos los ángeles para librarse de la ira de este padre exigente. Incluso inconscientemente somos generosos esperando recompensa, porque la Palabra dice que “el que al pobre da a Dios le presta” y sabemos que Él no se queda con nada. Entonces compartimos de lo que tenemos con la esperanza de que el Señor reconozca en nosotros personas generosas capaces de recibir Sus promesas. Podrás recoger la cosecha cuando saques de tu mente la falsa humildad y seas transformado.
Para cosechar hay que sembrar
Proverbios 10:4-5 recuerda: La mano negligente empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece. El que recoge en el verano es hombre entendido; El que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza.
De tu compromiso y entusiasmo depende si quieres ser rico o pobre. No puedes pedir que Dios te prospere si no eres buen trabajador. Ten cuidado de pretender comprar el favor divino, estás cometiendo un error si ofrendas y diezmas pidiendo que soporten tu negligencia. Solamente cosecha quien se esfuerza sembrando bien y cuida la semilla para que de buen fruto. Además, recuerda que si ya sembraste debes cosechar porque de esa forma enalteces a tu Padre.
Somos frutos de la cosecha de Cristo
1ra. Corintios 15: 20-23 confirma: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
Nuestro Señor Jesucristo es la primicia de la cosecha de nuestra resurrección. Él inició el proceso y nos involucró como frutos de Su sacrificio. No importa cuándo sea el rapto, lo importante es que estés preparado para ese momento y puedas presentar ante el Señor los frutos de tu trabajo como buen cosechador para Su reino.
1ra. de Corintios 15:35-38 cuenta: Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano. Pero Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
Él es el grano de trigo que cayó al suelo y con su resurrección dio el fruto de tu salvación. Es imposible negar el principio de siembra y cosecha cuando nosotros mismos somos un resultado de aplicarlo. Nacimos a la vida eterna por una siembra.
La cosecha gloriosa
1ra. de Corintios 15:42-45 continúa: Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
La corrupción, deshonra y debilidad de la siembra se transforman en poder y gloria durante la cosecha. Todo el cansancio que implica sembrar y cuidar de la semilla se ve recompensado cuando tenemos el fruto ante nuestros ojos. El pueblo de Israel festejaba la cosecha porque era la culminación de un proceso largo y tedioso. Así nosotros debemos aprovechar nuestros talentos, sembrar y celebrar lo que obtengamos de ellos para beneficio nuestro y gloria del Padre.
1ra. de Corintios 15:40-41 confirma: Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.
Hay diferente glorias según la cosecha que obtengamos y no debemos desperdiciarlo por prejuicios que ni siquiera están sustentados en la Palabra del Señor. El que no cosecha no recibe gloria y avergüenza al proveedor de la semilla.
Cosecha honesta y justa
Gálatas 6: 6-7 dice: El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Tratar de burlarse de Dios está asociado directamente a la ley de la siembra y la cosecha. No te engañes o intentes burlarte de Dios diciendo que te importa poco el fruto. Aléjate de dos grandes burlas: intentar cosechar sin sembrar o desperdiciar el tiempo de la cosecha por negligencia o indiferencia.
Lo que siembres recibirás. Pablo dijo que sembraba en lo espiritual para cosechar en lo material. Era próspero y no lo negó, incluso podemos leerlo en su carta a los filipenses cuando dice que tiene abundancia gracias a lo que recibió. Muchos me critican por lo que tengo pero no se fijan en lo que doy. La calidad de la siembra define la calidad de la cosecha. Los buenos frutos son bendiciones ante los ojos del Señor.
En 2da. de Corintios 9:8-10 leemos: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia.
Dios es justo y le da a cada quien según merece. No todos ganan lo mismo en una oficina como tampoco todos los alumnos obtienen las mismas calificaciones en la escuela. Cada quien recibe lo que por justicia ha sembrado y cosechado. Dios le dio a todo el pueblo de Israel lo mismo pero aún así había gente pobre porque no todos aprovecharon la ley de siembra y cosecha. El oro de los egipcios, el maná del cielo, el agua de la peña, la tierra prometida fueron repartidos con justicia pero el que se negó a esforzarse recibió justo pago por su negligencia. Evita ser malagradecido, imita a quienes toman la semilla y trabajan por la cosecha.
Juan 4: 35-37 nos habla: ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
Ninguno de los discípulos era agricultor, todos eran pescadores pero Jesús los envió a cosechar. La Palabra siempre da fruto. Lo vemos en la Biblia desde el Génesis. En este pasaje sucede lo mismo, la naturaleza se doblega ante Su poder y los milagros tienen lugar porque se obtuvo la cosecha en el tiempo del Señor.
La gran promesa es que recibirás salario además del fruto de tu siembra. Es parecida a la recompensa que un padre le da a un hijo cuando finalmente se gradúa de la universidad. Si el hijo aprovechó la semilla, estudió y obtuvo su título, entonces el padre podrá darle el dinero para que inicie su vida profesional. Dios te da la semilla para que siembres, te da la oportunidad de cosechar el fruto y además desea pagarte por hacerlo. Esa es una oferta que no puedes rechazar. No lo avergüences negándote a recoger la cosecha. Hónralo con tu esfuerzo y deja que te transforme en un cosechador que se sujeta a Su palabra y sabe multiplicar las bendiciones que recibe.
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