sexta-feira, abril 15, 2011

VOCE E DEUS SEMPRE SERÃO MAIORIA...

VOCÊ NÃO NASCEU PARA SOFRER!!!


Foi Jabez mais ilustre do que seus irmãos; sua mãe chamou-lhe Jabez, dizendo: Porque com dores o dei à luz. Jabez invocou o Deus de Israel, dizendo: Oh Deus, eu te peço que me abençoes e alargues as minhas fronteiras, que seja comigo a tua mão e me preserves do mal, de modo que não me sobrevenha aflição. E Deus lhe concedeu o que lhe tinha pedido. (1Crônicas 4.9-11)

1. Jabes era um israelita criado para fracassar, pois que recebera um nome terrível de sua mãe: "tristeza". Esta herança, gerada a partir do seu nascimento, era um peso que lhe acomparia o resto da vida. No entanto, ele não aceitou esta maldição e invocou o Deus de Israel, pedindo para ser abençoado, para ter ampliado o seu patrimônio, para ser preservado do mal, que faria com que escrevesse uma história bem diferente do que se prenunciava. Informa a Bíblia que Deus o escutou, concedendo o que pedira. Graças à bênção de Deus, Jabes se tornou o membro mais ilustre de sua família, tão ilustre que ninguém mais é mencionado; só ele.

A oração foi o recurso que Jabes usou para pedir que Deus o livrasse de sua herança, marcada no nome e no tamanho da sua propriedade. Jabes não se tornou uma vítima da maldição recebida. Jabes não aceitou os limites que a vida queria lhe impor.

Jabes teve consciência da tragédia que seria sua vida e pretendeu mudá-la. Jabes tinha consciência do que era interiormente e do que era materialmente. Jabes não quis ser o que era e não quis ter o que tinha. Jabes queria ser mais do que era e ter mais do que tinha.

2. Jabes não aceitou as condições materiais de sua vida. Quando Canaã foi colonizada pelos israelitas, cada família recebeu uma herança inicial de terras. Os limites geralmente eram territórios de outros povos. Cabia aos novos proprietários ampliar as suas fronteiras. Muitas famílias, possuídas da síndrome de Gabriela ("Eu nasci assim, vou morrer assim"), aceitaram suas heranças, mesmo que fosse insuficientes para o sustento de todos. Outros foram à luta para ampliar seus limites.

Jabes, quando nasceu, tinha fixado o tamanho de sua propriedade. Ele não achou que era suficiente e quis ampliá-la. E orou para que seus bens se multiplicassem.

3. A experiência de Jabes guarda uma correspondência com as nossas. Cada um de nós tem uma herança. Há muitos cristãos que receberam uma herança miserável e vivem miseravelmente, tanto no plano interior quanto no plano material. No entanto, este não é o projeto de Deus para nenhum dos seus filhos. Ele não fez você para viver num vale de lágrimas. Ele o gerou em amor para caminhar nos altiplanos da vida, nunca nos vales, jamais nas sombras. Ele o gestou com carinho; você não é o produto do acaso, nem um aborto da natureza.

Apesar do nome que sua mãe lhe deu, o Senhor não fez Jabes para ser um triste, um derrotado, um medíocre, um medroso. Deus não iria desperdiçar seu amor para fazer um "substrato de pó de nada", mas fez Jabes -- como a cada um de nós também -- pouco menor do que Ele mesmo e maior do que os próprios anjos, coroando-o -- e a cada um de nós também -- de glória e de honra (Salmo 8.5). Cada um de nós é uma obra-prima da mão do Criador. Por saber disso, Jabes re-traçou seu próprio destino. Lembrando-nos disso, precisamos reescrever nossos destinos, se eles estão aquém do desejo de Quem nos fez.

A religião de Jabes não fez dele um conformista.

Apesar do país em que vivia, o Senhor não fez Jabes para viver acuado, sem futuro, sem brilho. Ele queria fazer de Jabes alguém ilustre e que contribuísse para o desenvolvimento da sua nação.



Abracos a todos,PAZ

segunda-feira, abril 04, 2011

Emprende Su propósito

El éxito de tu vida es resultado de hacer aquello para lo que Dios te ha creado.

Emprende Su propósito
Dios te formó con un objetivo. No eres producto de un “accidente”. Tal vez las circunstancias de tu concepción no fueron las ideales, pero tienes vida porque el Padre lo planeó y decidió, así que hay un propósito para tu existencia.

Nuestra memoria humana no recuerda cómo fuimos formados en el vientre, ni cuándo recibimos nuestro llamado, pero nuestra memoria espiritual sí lo recuerda. Todos tenemos ese mensaje, pero no lo buscamos en nuestro interior.  Por eso, hay una alarmante estadística que dice: “De cada 100 personas, sólo 5 tiene una visión para su vida, las 95 restantes caminan sin visión y sin dirección, van donde los lleve la corriente por lo que no encuentran la realización personal”. Dios quiere mostrarte Su propósito. Quiere que veas dentro de ti y descubras la razón de tu nacimiento. Muchos preguntan porqué alguien muere pero nunca porqué nació. Todos tenemos una razón por la cual Dios nos regaló la vida.

La Palabra es enfática en decir TODO ayuda a bien si amamos a Dios de acuerdo a propósito con el cual nos llamó (Romanos 8:28). Esto significa que cuando encuentras el propósito de Dios para tu vida, encuentras la dirección para el futuro, pero también la revelación de cómo lo pasado ayuda a tu porvenir.

Cada circunstancia que te ha rodeado influye en tu futuro y ayuda al cumplimiento del propósito en la vida. El día de tu nacimiento, el tipo de familia con la que creciste. Influye el colegio donde estudiaste, los amigos que tuviste desde pequeño, ¡incluso la colonia donde viviste y el nombre que te pusieron son producto de la voluntad de Dios, no de la casualidad! Claro que no todo  parece bueno cuando sucede, pero Dios es poderoso para transformar incluso lo malo, incómodo y desagradable en algo provechoso para tu visión. Solamente poniendo tu mirada arriba podrás encontrarle sentido a lo que dejaste atrás. Todo va encajando y tiene sentido al verlo a través de los ojos de Dios.

Nuestro Padre te formó, te regaló dones y talentos para cumplir un llamado. Cada talento está asociado a lo que Dios quiere que cumplas. Cuando descubres para qué eres bueno, descubrirás para qué te hizo Dios.  Identificar lo que nos apasiona también es una buena forma de descubrir tu llamado.  Todo lo que te gusta realizar está ligado a lo que Dios quiere que hagas.

Otra forma de descubrir la misión que Dios tiene para ti es recordar qué soñabas ser y hacer cuando eras niño. Todos teníamos sueños que incluían el deseo de bendecir a otros. Soñábamos con ser bomberos, policías o médicos. Yo soñaba con hacer algo para cambiar mi país. No dejes que el tiempo ahogue tus sueños, recuérdalos para descubrir tu propósito en la tierra.

Otro indicio que te ayuda a encontrar tu misión es pensar qué te gustaría que dijeran sobre ti en tu funeral. Piensa un momento, ¿te gustaría que te identificaran como un gran educador, empresario o padre? Todas estas preguntas te ayudan a encontrar aquello para lo que fuiste hecho. Insisto: Dios te hizo con un propósito, descúbrelo para no tomar las decisiones equivocadas y desperdiciar tu vida en actividades sin sentido. Algunos jóvenes escogen su carrera siguiendo a sus “cuates”, buscando algo que les provea dinero o que sea fácil de terminar. ¡Esas son las razones equivocadas!  Para escoger, no debes ver hacia fuera sino hacia dentro, preguntándote ¿qué quiere Dios de mi? Si le pones atención, Él te dará la respuesta.

Escoger trabajo es igual.  No te decidas por el empleo donde te pagan más, está más cerca de tu casa o donde trabajan tu amigos. Escoge trabajar en aquello que te apasiona, lo que te dará satisfacción personal y crecimiento aunque al principio ganes menos dinero y tengas que hacer más sacrificios. Porque cuando sigues una “visión”, la “provisión” de Dios te seguirá siempre. Cuando tu objetivo primario es hacer lo que el Señor te mandó, el dinero te sigue porque es un recurso que te enviará para cumplir Sus planes. ¡Yúju, abre los ojos y el corazón!

Para descubrir tu llamado, lo primero es tener el anhelo ardiente de saberlo y preguntarle al Señor. Decirle: “Necesito que me lo digas, quiero descubrirlo!” Cuando Él vea tu interés, te hablará. Lo impresionante es que tu propósito está escrito en la Biblia. Hay momentos cuando la lees y dices: “¡Ese soy yo, eso es lo que quiero!” No sé cómo funciona pero así es. Le sucedió  a Jesús cuando dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí(Hebreos 10:7)”.

El apóstol Pablo  nos asegura que se olvida de todo lo pasado y ve hacia delante porque su único anhelo es descubrir y alcanzar la meta que Dios tenía para él y alcanzar el premio de ese supremo llamado en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14). Imítalo y dedícate a aquello para lo que fuiste enviado.

Dios quiere usarte de muchas formas. Dile: “haré lo que me has llamado a lograr”.  Tu propósito no es un secreto imposible de descubrir, pídeles al Señor que te lo revele, búscale, escúchale, sé esforzado y valiente.

Atrévete a emprender el camino del propósito de Dios. Deja que tu llamado vea la luz y vive para que sea una realidad que honre al Señor. Dile que deseas cumplir Sus planes, prométele que harás lo que te ha mandado porque anhelas servirle y bendecir a quienes te rodean.

Abrazos a todos,PAZ

sexta-feira, abril 01, 2011

La constitución del reino

Somos parte del Reino del Señor que ha dictado leyes a nuestro favor. Conozcámoslas para que se cumplan en nuestra vida.

Lucas 4:16-21 explica cómo Jesús comenzó Su ministerio entrando a la sinagoga y leyendo el pasaje de Isaías 61: 1-2. Lo primero era dejar clara su identidad y su misión. Estratégicamente se detuvo antes de leer el verso 3 porque a partir de allí se describe toda la Constitución del Reino. Lo más importante en ese momento era identificarse para luego dictar las nuevas reglas que anularían las de Satanás que gobernaba desde que Adán le cedió el derecho de hacerlo.

La Constitución es la norma fundamental escrita y establecida para dirigir una nación. Garantiza al pueblo sus derechos y libertades, así como los límites de relación entre los poderes de gobierno. Tiene supremacía sobre cualquier otra ley posterior. Toda norma contraria queda anulada. No hay ninguna ley más poderosa, por eso es tan importante conocerla y darle valor.

Como cristianos pertenecemos a un Reino gobernado por un Rey poderoso cuya Palabra es ley que no puede cambiar y nos beneficia porque nos ama. Nos regimos por Su Constitución que norma nuestra vida. En ella ha preservado nuestros derechos y libertades, así como nuestra obligaciones.

Jesús vino con la misión de remover el reino de las tinieblas cuya Constitución es matar, hurtar y destruir. Su plan fue redimir al hombre y restituirle en le Reino de Dios donde la Constitución nos ofrece nueva identidad y salvación. La ley de destrucción y muerte que operaba sobre ti queda revocada porque hay supremacía en la ley del Señor que dice: “El cielo y la tierra pasarán, más Mi Palabra no pasará”. Conoce tus derechos y hazlos valer, ¡no los desperdicies por ignorancia y falta de fe!

El primer estatuto de la Constitución tiene que ver con tu identidad (Isaías 61:3) porque habla de darte gloria, ungirte con óleo e investirte con manto de alegría, es decir, celebrar una ceremonia de coronación para que puedas ser Su embajador. La Palabra dice “y nos hizo reyes” porque tenemos poder y autoridad para gobernar. Tenemos corona, unción sobrenatural de Dios, manto de realeza, los demonios nos temen porque nada puede dañarnos.

Además, en el mismo verso 3 de Isaías 61, Dios te llama árbol de justicia y plantío de Su propiedad porque a partir de ese momento, cuando asumes tu nueva identidad, te conviertes en alguien que produce fruto abundante. Formas parte de Su huerto y se acabó tu esterilidad. ¡Estás destinado a producir material y espiritualmente! Ya no pienses en escasez sino en abundancia.

En el verso 4 habla de reedificar en las ruinas porque ahora tú reconstruirás sobre lo que pudieron dañar tus antepasados. Eres un restaurador, contigo se acabó la maldición, se cerró toda puerta de maldad y ¡el enemigo ya no puede operar en tus futuras generaciones!

En el verso 5 continúan las buenas noticias porque dice que los extranjeros y extraños trabajarán para ti. Todo ciudadano del Reino tiene la capacidad de ser empresario. Dios te dará empleados que trabajen para ti. La norma lo dice, dentro de ti está el potencial no lo desperdicies. Se derramará unción fresca de ideas creativas sobre ti para que generes una empresa poderosa.

El verso 6 de Isaías 61 contiene otra ley poderosa que te establece como sacerdote, o sea, como Su representante delante de los hombres. Esto cambia paradigmas porque nos abre los ojos para ver que ya no necesitamos pedir que intercedan por nosotros sino que ahora buscaremos quiénes necesitan de nuestra intercesión. Hay una activación sacerdotal en ti, tienes audiencia plena, no requieres señales y milagros para creer porque eres tú quien debe generarlos, como Su ministro a quien pertenecen las riquezas de las naciones. La transferencia de esa abundancia ya viene y será sublime, tal como lo dice la Palabra. ¡Este será el mejor año de tu vida!

El verso 7 habla de honra y perpetuo gozo porque el dolor del pasado, la angustia del reino de las tinieblas no te harán sentir más tristeza. Cuando abrazas el recuerdo de las vergüenzas y amarguras de tu pasado, eres esclavo del sufrimiento, pero cuando por fe abrazas las palabras y decretos de tu Rey, tos sufrimientos se convierte en esclavos de tus victorias.

En el verso 8 la Constitución nos recuerda que el Señor ama la justicia y odia el robo e iniquidad. Todo lo que te han quitado regresará a ti. Recuerda que la justicia es una de las normas que rige este Reino.

La Constitución del Reino alcanza a quien vive según dichos preceptos y a toda su descendencia a quienes la Palabra llama “linaje bendito de Jehová” (Isaías 61: 9). No hay nada qué temer porque tus hijos pertenecen al Rey. ¡Si el diablo quiere hijos, deberá buscarse una diabla y tener los suyos, porque los tuyos son del Señor!

Todo lo contrario a la Constitución del Reino de Dios se desactiva ahora mismo. Lo que toques prosperará y tendrás abundancia. Tu identidad ha cambiado por completo, acéptalo como el dueño de tu vida y tu familia porque Su poder es justicia, bendición y perdón.
Abrazos a todos,Paz

Cómo creer por más

Pídele al Señor que manifieste Su reino en tu vida y que aumente tu fe.

El tema de la fe siempre me ha confrontado y retado a buscar más para mi vida. Todos nos movemos por fe y debemos demostrar que no estamos conformes, que deseamos recibir más porque caminamos y nos movemos por fe para agradar al  Señor.

Obedecer


Mateo 8:23-27 relata: Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? 

Los discípulos no temían al mar, estaban acostumbrados a navegar porque varios eran pescadores y vivían cerca de un lago. Sin embargo, la tormenta arreciaba y se asustaron, entonces despiertan al Maestro que les regaña, contrario a lo que ellos pensaban porque se sentían confiados al ir junto al Hijo de Dios, pero no fueron capaces de activar su fe y calmar ellos mismos la tormenta. Es como las personas que después de entregarle su vida al Señor sienten que todo empieza a complicarse en vez de mejorar y no se explican la razón, porque piensan que están haciendo todo lo que Él manda pero seguramente les falta algo.

Antes no comprendía por qué les dijo “hombres de poca fe”, pero luego de meditar en ello, descubrí que se refería a esa desconfianza que tuvieron y que les obligó a despertarlo, cuando su fe debió conducirlos a obrar en Su nombre.  Ellos demostraron que el problema era mayor a su fe y que la confianza que tenían no era suficiente, capaz de soportar  la situación. 

Uno de nuestros más grandes propósitos debe ser crecer en fe. Hacerla cada vez más robusta, fuerte, grande y poderosa para activarla en momentos de adversidad. Entonces, ante la dificultad, el Señor podría seguir descansando porque tú sabrás qué hacer y después de calmar la tormenta le dirías: “Fue espantoso pero en Tu nombre logré controlar la situación, utilicé la autoridad que me diste y con la confianza de sentirte a mi lado, encontré la solución”. Debes obrar creyendo que Él te  respaldará porque ya te ha dado el poder para hacerlo. 

Todos, creyentes o no, afrontamos dificultades y crisis. Todos somos vulnerables a la enfermedad, desempleo y tribulación pero tener la fe puesta en el Señor y demostrarlo, hace la diferencia.

En una Noche de Gloria, el Pastor Cash enfermó y me dijo que debía tomar su lugar, predicar y ministrar.  No podía negarme, no podía decirle que no estaba preparado con suficiente oración y ayuno. Entonces, activé mi fe y obedecí, poniéndome en las manos del Señor que tomó el control de la reunión y Se manifestó con todo Su poder a las personas sedientas de Él.  Mi fe era fuerte y me sustentó en ese momento de  prueba. Pedro no sabía que debía aprender a caminar sobre el agua, simplemente sucedió y se hundió porque no creía. Por eso, los discípulos le pidieron al Señor que aumentara su fe.  

Hombres de fe


Incluso los hombres que servimos al Señor pasamos dificultades porque  vivir para Él no aleja los problemas.  Si me vieras sin trabajo, enfermo y con deudas seguramente dudarías, pero yo estaría confiado porque he trabajado en mi fe para que se fortalezca y me sustente el día de la prueba.  La Biblia tiene muchas promesas para nuestra vida pero debemos demostrar que somos dignos de recibirlas, convirtiendo nuestra fe en obras. No solamente el diezmo, la oración y ayuno son necesarios para alcanzar lo que Dios tiene para nosotros, la fe reflejada en una vida justa y recta es la única que funciona y nos hace merecedores de las  promesas. No se trata de aguantar la tormenta sino de calmarla, encadenando nuestra vida a la Palabra con el eslabón de la  fe. 

Todos tenemos fe en algo o alguien, incluso quienes perteneces a otra religión, pero nosotros creemos en el único y verdadero Dios y debemos demostrarlo con resultados evidentes en tu vida y en la de quienes te rodean. Cree, dedícate a cultivar la fe, lee la Palabra, ora y busca Su presencia, entonces,  enfrentar una dificultad será glorioso.  Ya no serás un discípulo miedoso que lo despierta para que te solucione las cosas sino que serás un niño que le presenta lo que tiene, convencido de que Su poder obrará a través tuyo.

Lucas 9:1-10 cuenta sobre lo que sucedió con los discípulos: Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.  Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle. Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
Jesús les envió a ejercitar su fe predicando y ayudando a quienes lo necesitaban.  Expulsaron demonios y sanaron enfermos, sin más provisión que la fe en Él. Al regresar, seguramente muy entusiasmados,  le contaron sus resultados en la fe, producto de la manifestación del Reino. Ellos ya eran capaces de hablar y demostrar que eran creyentes del Señor pero luego no fueron capaces de ponerlo por obra.

Lucas 9: 11-13 continúa el relato: Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.  Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto. Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud. 
En su razonamiento, los discípulos le indicaron qué hacer al Maestro,  pero Él les mandó que se encargaran del asunto porque ya eran capaces de hacerlo. Una característica del verdadero  creyente es diferenciar dónde cabe la razón y dónde la fe.  Cuando Él manda hacer algo extraordinario, la clave es dejar de lado tu razonamiento humano y  obedecer ejercitando la fe.  Cuando la fe obedece, la razón se sujeta.  La razón de los discípulos decía: “todos deben irse a casa”, la fe de Jesús decía: “todos comerán”. La razón de los discípulos era: “moriremos en la tormenta”, la fe de Jesús era: “todos nos salvaremos”. Demuestra que tu fe es como la del Señor.

Las obras de la fe

Jesús deseaba que las personas se quedaran porque quería demostrarles que la Palabra se cumple cuando dice: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia y todas las demás cosas serán añadidas”.  La gente que le siguió hasta el desierto soportó hambre  y  escuchó Sus enseñanzas, demostró que buscaba el Reino, por eso, Él deseaba darles la añadidura.  Lo mismo sucederá en tu vida.

Cierta vez durante un servicio, se acercó una servidora y me dijo que no alcanzaría el pan para la Santa Cena. No podíamos hacer nada más que orar y creer porque era imposible ir a comprar más, entonces, el Señor lo multiplicó y hasta sobró. La fe debe ser efectiva para otros y para ti. 

Actívala para darle consejo a quienes lo necesiten  pero también demuestra que la tienes cuando buscas salud y provisión. Los discípulos liberaron y sanaron a otros pero no fueron capaces de activar la fe cuando fue necesario para ellos y la multitud.  Cree en tus propias palabras, alimenta tu fe para que alcance a todos.

Los escenarios difíciles son oportunidades para que florezca la convicción de que Dios obrará.  También los momentos felices demandan nuestra fe  para dar gracias y reconocer que todo lo hemos recibido de Sus manos.  Conocí a un hombre que pasó meses sin trabajo. Caminaba una gran distancia desde su casa hasta la ciudad para ofrecer sus servicios de plomería. Ahorraba el pasaje del bus y le dejaba ese poco dinero a su esposa para que diera algo de comer a sus hijos. Llegó el día cuando ni siquiera tuvo ese dinero y regresó a casa sin un centavo. Su familia lo esperaba ansiosa y cuando llegó, le pidió a su esposa que sirviera la mesa. Ella lo vio desconfiada y al ver que no llevaba nada para comer, su razón la hizo cuestionarlo.  Él le insistió que pusiera la mesa y ella obedeció. Los niños, muy entusiasmados preguntaban qué comerían y él les pidió que se sentaran a la mesa y dieron gracias por los alimentos diciendo: “Señor, gracias por lo que comeremos, porque dijiste que no hay justo desamparado ni su simiente que mendigue pan”. En ese momento, tocaron a la puerta y un hombre le dijo: “Usted no me conoce pero el Señor me dijo que viniera y le diera estas bolsas de comida que compré en el supermercado. Eran para mi casa, pero ahora se las doy”.  Dios no dejará avergonzado a quien cree hasta el último minuto de su vida porque Él siempre llega a tiempo. 

Mucha gente demanda resultados de tu fe, incluso Dios necesita tu creencia, convicción y seguridad en Él y Sus Promesas.  A veces  la razón te dice que morirás por esa enfermedad que te aqueja pero  la fe dice que por Su llaga fuiste curado. Verás resultados de tu fe cuando aceptes vivir según la Biblia y demuestres que deseas  ser testigo de Sus obras.

Jesucristo es el autor y consumador de la fe, quien multiplicó los panes, sanó enfermos y resucitó muertos.  Él es aquel de la barca, el que murió en la cruz y se levantó de entre los muertos.  Él toca a tu puerta y Su Reino entrará a tu casa si le abres. Eso es fe, creer que existe, que está contigo y puede borrar tus pecados. PÍdele que escriba tu nombre en el libro de la vida y haga crecer tu fe para que veas los resultados a tu alrededor. Dile que deseas creer en Él ya que no estás satisfecho con lo que tienes y sabes que hay más para ti. Decídete a convertirte en un creyente que busque resultados de su fe.
Abrazos a todos,Paz

Bienaventurados los que buscan justicia

La justicia de Dios es salvación. Todos la necesitamos y para obtenerla debemos darla.

La historia de Noé demuestra que Dios guarda al hombre justo y a su familia porque halla gracia delante de Él. Imagina qué grande era el dolor del corazón del  Padre para decidir destruir Su creación, pero tuvo misericordia y buscó a un hombre justo con quién hacer un nuevo pacto (Génesis 6:5.9).

Tu casa se salvará si eres justo. De la misma forma que sucedió con Noé y los suyos. No olvidemos que la justicia de los humanos provoca una cosecha de justicia divina. Nuestra obras determinan lo que recibimos y lo que heredamos a nuestra familia. Aprende a ser una persona justa en lo que hace porque solamente de esa forma recibirá justicia. Compartir, perdonar y amar al prójimo es justo ya que todo lo hemos recibido de las manos del Señor.

Otro ejemplo es Abraham quien intercedió por Sodoma y Gomorra delante de Dios (Génesis 18: 23-26). Tuvo una conversación con Él y parece una negociación arrogante pero es el reflejo de la relación entre el Señor y un hombre que sabe de justicia y la practica. Ser justo te acerca al trono del Señor y te da poder para pedirle.  En su intento por convencer a Dios de salvar la ciudad, Abraham fue disminuyendo la cantidad de justos porque sabía que realmente no encontraría muchos. Finalmente Dios le dijo que la salvaría si encontraba 10 justos en ella, pero solamente Lot y su familia “calificaron” para ser salvos. De nuevo, la justicia ofrece salvación porque van de la mano. La fuerza del justo puede mucho delante del Señor porque puede entenderse con Él, utilizando el mismo lenguaje.

La historia de Zaqueo habla de cómo las manifestaciones de justicia inician desde el momento cuando el Señor entra en una casa (Lucas 19:1-9). Este cobrador de impuestos se alegró cuando Jesús le dijo que llegaría a su hogar. La justicia empezó a operar en la vida del pecador que prometió ¡regalar la mitad de sus bienes y restituir cuatro veces más de lo que había robado!  Devolvía lo que injustamente estaba reteniendo. Esas obras de justicia alcanzarán al hombre que las hace. Es decir, la justicia divina funcionará para el que endereza su camino como para aquellos a quienes había dañado.

Noé y Abraham salvaron a su familia por justicia. Zaqueo también habla de salvación para él y para los pobres y para quienes fueron restituidos. La justicia divina es muy poderosa.

La Palabra dice que Dios vendrá como fuego purificador y jabón que nos dejará limpios. Él nos afinará  como plata para que seamos dignos de presentar ofrenda ante Su presencia (Malaquías 3:2-6).  Las ofrendas son justas y nos dan poder si actuamos justamente.

Entonces, si tienes un trabajador al que no le has dado lo prometido, no le pagas sus comisiones y le descuentas hasta el modo de andar, ¡estás en problemas! No busques justicia porque no la encontrarás.  Lo mismo se puede decir de cualquiera que se aprovecha de otro. Todos recibirán lo que por justicia han cosechado, sea bendición o dificultad. Si eres un hombre justo que ofrenda y agrada a Dios, no temas, porque nada te faltará y serás favorecido.

La Palabra dice que Dios rechazará a quien sea desleal con la mujer con quien hizo pacto (Malaquías 2:13-14). Los adúlteros no tienen audiencia ante el Señor que respeta el pacto hecho entre los hombres.  El pecador no puede pensar que la ofrenda limpia su falta. Si estás arrepentido, puedes acercarte y honrar a Dios, pero debes enderezar tu camino y no pecar más para que la justicia obre a tu favor y te devuelva la gracia que has perdido. Nos gusta ser beneficiados por la justicia, pero también debemos recordar que hay penalización si no respetamos nuestros pactos.

Recuerda que todos fuimos pecadores dentro de Su justicia. Había un acta que nos condenaba eternamente a la muerte, pero hubo un juicio donde el diablo presentó sus argumentos contra nosotros y el Señor no se negó a la justicia, por eso, para salvarnos, Su Hijo fue condenado y pagó por nosotros el precio de ser salvos.

No ganamos el cielo por nuestras buenas obras, sino por la justicia que se hizo a través de Jesús. Dale gracias por haberte justificado, entrégale tu vida para que te limpie, convirtiéndote un hombre nuevo, digno de honrarle. Prométele que harás obras justas en la tierra para cosechar Su justicia en tu vida y bendecir a tu familia.
Abrazos a todos,Paz